lunes, 18 de mayo de 2009

Mi pequeña orejona

Y hasta que por fin acierto una predicción. Barza y Manchester United en la final romana. Es verdad. Pero no crean que mi alegría es por los equipos que llegan. Esta vez, tristemente, no aposté. Todo lo contrario, mi regocijo estriba en lo que significa cada uno de los finalistas. Es decir, va más allá de los pomposos nombres. Pretendo abstraerme de la atractiva superficialidad y sentirme algo orgulloso de lo que defino y conceptualizo como fútbol.

Sucede que los finalistas son plenos representantes de lo que debe conjugarse en el fútbol. Tenemos la pasmosa efectividad del Manchester United, en donde cada ataque resulta gol latente. Presión desde arriba, donde Rooney y Ronaldo son los primeros defensas para continuar con un pressing asfixiante global que inevitablemente concluye con la recuperación del balón. Sigue inmediatamente el vertiginoso ataque “red”, siempre sencillo y practico, siendo la solidaridad pilar de respaldo constante. Así llega la mayoría de los goles y cuando no es así, Ronaldo por pura habilidad abre espacios que facilitan enormemente la tarea.

El barza resulta ser el juego y se niega a alejarse a esa definición: juego. Creo que los jugadores del barza solo pretenden divertirse. Su única presión es no poder divertirse.
Pero no pueden hacerlo solos. Necesitan de ella: la pelota. Es así que se desviven por obtener el balón lo más rápido posible. Todos marcan. Desde que el balón está en campo rival se persiste en una presión total, donde eso de marcadores resulta subjetivo para convertirse en una obligación de todos. Y una vez recuperado lo siempre asediado se cuida lo más posible. Un concierto de toques del que todo el equipo participa, tocando o no el balón, en donde lo único que acaba con la armonía de todos tener la pelota es el gol. El gol es como el coro de la sinfonía, donde se exaltan las notas y todos las sienten.

Ahora bien, no son características absolutas, sino que siempre se tiende a categorizar innatamente a todo. Es normal que se tienda a conceptualizar sobre lo resaltante. Sin embargo, no se debe caer en reduccionismos.
Creo que ambas cualidades soslayan lo bien que juega el Manchester y lo contundente que es el Barza. En realidad, el Manchester, creo, juega fabulosamente bonito; el Barza, por su parte, es extremadamente contundente.

En fin, más allá de todo eso, resulta paradójico y hasta irónico que la final va a ser disputada por los dos mayores representantes que juntos definen, para mi, el buen fútbol. ¿Quién ganará? No lo sé. Pero ojalá que empaten. Allí sería yo el glorioso ganador…

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